El seguro en todas sus formas es fundamentalmente un concepto cultural y específicamente social que como todo producto de las relaciones humanas es objeto de transformación y evolución constantes. La concepción imperante o generalmente aceptada de aquello que en un momento dado se entiende por riesgo, por seguridad y por responsabilidad en una sociedad, han definido en gran medida la manera en la cual la institución del seguro cumplirá con su promesa de gestionar el riesgo, y brindar a la sociedad un cierto grado de control sobre la incertidumbre.
El principio de responsabilidad
Fue justamente esa promesa de ganar control sobre lo incierto lo que en la Europa del siglo XVIII llevó a ciertas corrientes religiosas protestantes a denunciar al seguro como una arrogante interferencia con los designios de Dios. Tales designios establecían un principio de la responsabilidad según el cual “No nos está permitido transferir a otros la carga de lo que nos ocurra”. De acuerdo con ese criterio, todo hombre es responsable de satisfacer por si solo sus necesidades y las de su familia contando solo con sus propios recursos y según la concepción convencional del término que se mantiene hasta nuestros días, la responsabilidad está referida al deber que tenemos de rendir cuentas por nuestros actos y la obligación moral que resulta de haber cometido alguna falta.
La previsión como una virtud
Claramente se evidencia que el principio de responsabilidad actúa como un mecanismo regulador de la acción humana y busca que el hombre se comporte con previsión y con prudencia.
Es justamente sobre el concepto de previsión, que el hombre comenzó a atender y entender los efectos aleatorios del destino. Reconoce que es absolutamente irracional tratar de oponerse individualmente a fuerzas que ocasionan accidentes que afectan su estabilidad, adquiere plena conciencia de su debilidad individual y entiende que su seguridad depende de la previsión y de su capacidad para asociarse con otros para juntar recursos y compensar de alguna manera los efectos del infortunio en un mundo constantemente amenazado por eventos inciertos.
Es así como ya para finales del siglo XIX la institución del seguro llega a convertirse en el más racional de los mecanismos de previsión. Frente a la amenaza de accidentes que difícilmente se pueden anticipar la mejor táctica posible consiste en tener disponibles los mecanismos de compensación que provee el seguro.
Responsabilidad y solidaridad
Como respuesta al problema de los accidentes laborales, la sociedad industrial transforma el principio de responsabilidad y lo reemplaza por mecanismos basados en la solidaridad, lo cual significa que ante ciertos eventos deja de operar el concepto de falta basado en normas legales para asignar responsabilidad y culpa. Nace el concepto de riesgo, que tiene como principal instrumento de control a la institución del seguro, cuyo objeto es compensar sus efectos distribuyendo el costo de la compensación socialmente. El riesgo entonces adquiere un carácter social que se institucionaliza mediante contratos entre individuos que aceptan compartir la carga económica de compensar una perdida sufrida por alguno de ellos.
El Seguro y la responsabilidad social
Cuando tomamos un seguro, generalmente no nos percatamos del hecho de que detrás de nuestro contrato bilateral con la aseguradora existe una importante dimensión social, colectiva y solidaria. Si somos lo suficientemente afortunados, la mayor parte de lo que pagamos como prima será destinado para el pago de los eventos que afecten a otros con quienes compartimos de manera solidaria la carga económica del riesgo. Considerado desde este punto de vista, el seguro es una forma de responsabilidad social que está referida particularmente al universo de los asegurados de una empresa que comparten una cobertura en particular.
Tomar un seguro entonces, es un acto de un alto componente moral que involucra cooperación con otros, ayuda mutua y responsabilidad compartida, De la manera como ejercitemos la prevención y la prudencia ante el riesgo dependerá la responsabilidad de agravar la carga que los otros deben soportar para cubrir nuestras pérdidas o la oportunidad moral de contribuir con el objetivo que tenemos como sociedad de gestionar el riesgo incurriendo en el menor costo social posible.
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