Desde mediados del siglo XX la sociedad moderna ha visto emerger un conjunto de factores que constituyen una amenaza para la vida humana a una escala sin precedentes. La energía nuclear, las armas químicas y biológicas y el colapso ambiental son tan sólo algunos ejemplos.
Actualmente la noción del riesgo se encuentra en un proceso de transformación. Los peligros que afrontaron nuestros antepasados en la sociedad pre-industrial, independientemente de su magnitud y capacidad de devastación, eran atribuibles esencialmente al destino y a las fuerzas de la naturaleza; es decir, que eran de origen externo al ser humano.
Con el desarrollo de la sociedad industrial la humanidad aprendió a enfrentar todo un conjunto de amenazas que eran propias del desarrollo tecnológico y de la actividad humana. Durante ese período hemos observado un continuo crecimiento de la capacidad del hombre para lidiar con la inseguridad producto de la industrialización. El perfeccionamiento y la expansión del seguro a casi todas las áreas de la actividad social permitieron la descripción estadística y, en consecuencia, la posibilidad de predecir, dentro del marco de las leyes de los grandes números, aquellos eventos que pueden ser sujetos a reglas de previsión, de reconocimiento y de compensación del daño causado en caso de que ocurran. Estos eventos, por definición, afectan al individuo, son normalmente de origen súbito, están bien localizados en el tiempo y en el espacio, son cuantificables, están sujetos a relaciones causa- efecto y, por lo general, no son de origen voluntario; es decir, que ocurren porque “algo ha salido mal”. Riesgos de esta naturaleza normalmente son asumidos por empresas de seguro.
De acuerdo con teorías que nacen a principios de los años 90, la sociedad se ha venido transformando en una “sociedad del riesgo” que, progresivamente, aumenta el ritmo de crecimiento y hace cada vez más globales las amenazas que ella misma genera en la búsqueda del desarrollo económico y tecnológico.
Los riesgos que produce esta sociedad post-industrial se diferencian de sus predecesores en que no son consecuencia de fuerzas naturales, ni de desviaciones involuntarias del comportamiento, sino más bien el producto de la toma consciente de decisiones.
Gracias a la ciencia y a la tecnología el hombre ha desarrollado el poder necesario para controlar la naturaleza en cierta forma, pero ese poder también tiene la capacidad para destruirle a sí mismo y al ambiente que le rodea. Montado sobre esa peligrosa maquinaria y con el objetivo de alcanzar el máximo beneficio económico a corto plazo, también produce efectos que no está en condiciones de anticipar con certeza, lo hace de manera consciente y en forma normal, pacífica y sistemática, pero para algunos de manera incompatible con la permanencia de la vida sobre el planeta, pretendiendo que además de arriesgar la existencia propia, también tiene el derecho de arriesgar la de futuras generaciones.
La teoría de la “sociedad del riesgo” sostiene que este nuevo tipo de riesgos anticipa catástrofes globales inéditas: afectan a la humanidad en su conjunto, no están localizados ni geográfica, ni temporal, ni socialmente: no respetan fronteras, como es el caso del calentamiento global; pueden permanecer en estado latente de manera que su efecto no se puede determinar en el tiempo, como sucede con los desechos radiactivos y sus causas pueden ser tan complejas que no se pueden atribuir con suficiente precisión a alguien en particular. Tampoco son evidentes para nuestros sentidos, como la radiación, la contaminación química o los efectos de los alimentos manipulados genéticamente. Finalmente sus efectos son difíciles de cuantificar y, en general, no son compensables, de manera que son inadecuados para los mecanismos que provee el seguro.
La conclusión es que nos encontramos en una esfera sin salida donde compartimos riesgos que son globales y esto nos obliga a reconocer que todos somos vulnerables y, en cierta medida, responsables por nuestra supervivencia y por la de los demás, inclusive la de aquellos que, no habiendo nacido aún, no están aquí para reclamarnos reciprocidad con sus derechos.